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El Niño Fantasma

Escuchen lo que le paso a dos jóvenes por dejar que la ansiedad los dominara. Justo cuando se inauguró la Universidad Autónoma de Aguascalientes muchos jóvenes de regiones cercanas a nuestro estado vinieron a estudiar. Dos muchachos llamados Eduardo Márquez y Mauricio Cermeño se instalaron en la casa de un tío de Eduardo ubicado en la calle Narciso Mendoza de la colonia centro, misma que llevaba años abandonada.

Mauricio: Que buena onda es tu tío, la lana que nos ahorramos de renta.

Lalo: Pues sí, pero le tenemos que invertir un montón. Esta casi cayéndose, ya hace más de 10 años que esta casa no la habita nadie.

Una vez instalados comenzaron a escuchar por las noches los llantos de un niño, se imaginaron que seguramente provenían de alguna casa vecina. Un día Lalo se encontraba solo en la casa y al estar estudiando de reojo vio a un niño parado debajo del reloj, con una sonrisa maléfica y la mirada llena de odio le dijo.

¡Vete, vete de mi casa!

Lalo se acercó al niño lentamente, el corrió a uno de los cuartos y desapareció repentinamente. En ese momento llego Mauricio a la casa.

Lalo: Mauricio te juro que acabo de ver a un niño, me dijo que me fuera de su casa,

Mauricio: Él es quien llora en la noche, porque el único niño que he visto vive en la esquina. Además en esta casa mataron a un niño hace diez años, supuestamente lo encontraron no se, raro, como si hubieran hecho un ritual con él.

Decidieron hablar con un sacerdote para pedirle su ayuda.

Sacerdote: Seguramente se trata de un alma en pena.

El padre les recomendó que compraran varias veladoras e imágenes religiosas, las repartieran por toda la casa y rezaran un par de rosarios. Los jóvenes cumplieron al pie de la letra lo que el padre les dijo y dejaron todas las veladoras prendidas. Cuando volvieron de la universidad encontraron algo inexplicable, las veladoras estaban apagadas y tenían una saliva espesa en el pabilo.

Lalo: Mira Mauricio, ¿Qué es esto?

Todas las imágenes tenían cera en los ojo s y en la boca.

Mauricio: Creo que esto no es obra de un alma en pena.

Decidieron tirar todos los utensilios y llamar al padre, quedaron formalmente de verse en la casa por la noche.

Al volver, Lalo abrió la reja y como a percibir un fuerte olor a azufre. Sintió una presencia cerca de él que le respiraba en el cuello. Entro rápidamente a su casa y alcanzo a notar que Mauricio estaba parado debajo del reloj.

Sacerdote: Mauricio, Eduardo, están ahí.

De pronto la puerta se abrió.

Sacerdote: ¡Dios mio! ¡Noo!

El padre encontró la casa totalmente desordenada, al fondo estaba Mauricio haciendo con su cuerpo una cruz. Enfrente estaba Eduardo incado y con las manos unidas en posición de plegaria, estaban muertos y ambos tenían cera en los ojos y en la boca.