Rosario Solís quién vivió en la casa marcada con el número 203 de la calle José Belisario de Guanajuato cuenta que hace 12 años en una de las recamaras continuamente se aparecía una pálida mujer vestida de negro, cabellera larga, con los ojos en blanco y flotaba en el aire. Esto provocó que tuvieran que abandonar la casa, tal como tuvieron que hacer los protagonistas de la siguiente historia.
1976, calle galeana cerca de lo que es hoy el puente sobre avenida ayuntamiento. Laura y su esposo se disponen a dormir, antes pasan por la recamara de su hijo para desearle buena noche. Su hijo inquieto pregunta:
Hijo: ¿Mami quién juega y llora en la azotea todas las noches?
Mamá: Ha de ser un gato, duérmete, buenas noches.
A la media noche el niño despierta al escuchar nuevamente sobre el techo de su recamara gemidos y el sonido que un bote de lamina rodando de un lado para otro.
Hijo: Mamá, papá, me asusta el ruido de allá arriba.
Papá: No es nada hijo, deja dormir.
Mamá: Anda ve a dormir, no molestes.
Pasan los días, Laura ni su esposo ponen atención a las palabras de su hijo.
Mamá: Bueno, un jueves en la noche mi hijo volvió a despertarnos e insistió en que lo dejáramos dormir con nosotros, tenia miedo. Mi esposo lo hizo volver a su recamara.
Poco después Laura y su esposo despiertan al escuchar un grito aterrorizado.
El viernes no encontramos a mi hijo por ningún lado, mi esposo dio parte a la policía. El día siguiente, sábado, al volver a casa después de andar buscando a mi hijo entonces vi un bote amarrado de un lazo que colgaba de la azotea.
Laura y su esposo sienten rabia al pensar que tal vez el sonido de aquel bote es la causa de que su hijo haya huido de casa. El sube a la azotea, al acercarse al bote ve otro bote tirado sobre el techo de la recamara de su hijo, se acerca, voltea hacia un rincón, ve unos muros a medio construir. Entonces ve a su hijo, esta sentando en cuclillas abrazando sus piernas como protegiéndose de alguien, totalmente arañado del cuerpo. Su rostro muestra un gesto de infinito terror, esta muerto.
Mamá: Nos cambiamos de casa, un año después al llegar la media noche nos despertó el sonido de un bote rodando en la azotea, nos asustamos muchísimo.
Al incorporarse vieron a su hijo parado delante de su cama diciéndoles: Papá, mamá, me asusta el ruido de allá arriba.
Mamá: No lo hemos vuelto a ver, pero cada año en el aniversario de su muerte escuchamos el ruido del bote y el llanto de nuestro hijo.
¿Y si escuchas ruidos sobre tu techo?