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El Reflejo del Espejo

Gustavo y Rocío eran dos hermanos que vivían en el fraccionamiento fundición, aquel viernes se encontraban solos en su casa debido a que sus padres habían salido fuera de la ciudad. Paola, amiga de toda la vida de rocío, solía pasar días como aquellos con ella. En esa ocasión estaban experimentando con un juego que iba a traerles fatales consecuencias.

Paola: A ver Gustavo siéntate aquí, frente al espejo pero derechito, no te encorves, así muy bien. A ver Rocío apaga la luz.

Rocío: Primero enciende el cirio.

Gustavo: ¿Vamos a ir a misa o para que es el cirio?

Rocío: Además así decía en internet, debes encender un cirio bendito entre el espejo y aquel que deseé conocer su alma, tienes que mirar fijamente el reflejo de tu rostro en el espejo.

Gustavo: ¿De toda mi cara?

Paola: No, solo de tus ojos, fijamente Gustavo. Como si quisieras descubrir lo que se encuentra en su interior.

Los jóvenes guardaban silencio mientras Gustavo intentaba seguir al pie de la letra las indicaciones de las chicas. La iluminación que ofrecía el cirio hacía que el ambiente se tornara un tanto tétrico y un escalofrió recorrió la piel de las chicas cuando escucharon como los dos perros que tenían sus vecinos comenzaban a aullar.

Rocío: No pierdas la concentración Gustavo, sigue observando tus ojos detenidamente en el espejo, lo demás va a comenzar a transformarse y poco a poco vas a descubrir el verdadero rostro de tu alma.

Parecía que la llama del cirio les estaba jugando una broma porque lentamente el rostro que el espejo mostraba de Gustavo comenzó a transformarse. Los tres observaron como se alargaba su cara, los ojos se hicieron tan redondos que parecían salir de sus orbitas, pero lo más sorprendente fueron los labios que reflejaban la sonrisa más perversa que alguno de los tres hubiera visto jamás.

(Risas macabras)

Paola: Basta Gustavo, ya basta.

Rocío: Reacciona, reacciona por favor, ya no juegues más.

Rocío encendió la luz, en el momento en que la habitación se iluminó nuevamente las risas acabaron.

Gustavo: No entiendo, no entiendo que paso, de repente no pude controlarme, la imagen del espejo era más fuerte que yo y me hablaba, me decía, decía que las matara, que ustedes no sabían lo que estaban haciendo y tenían que morir.

Los tres guardaron silencio, de repente Gustavo se levantó de la silla y se dirigió a su cuarto, donde se encerró después de un portazo.

Rocío: Otra vez esos malditos perros. Voy a salir al patio a callarlos.

Paola: No Rocío no te vayas por favor.

Rocío: Solo voy al patio.

Mientras Rocío salía, Paola trataba tranquilizarse caminando por la habitación.

Rocío: ¡Aaaahhhhh!

Paola: ¡Rocío! ¿Qué pasa? ¡Rocío respóndeme!

Impulsada por el miedo corrió al patio a buscar a su amiga, cuando llego se arrepintió de haberlo hecho ya que descubrió horrorizada que Rocío era atacada por el ser que momentos antes se había reflejado en el espejo frente a Gustavo.

Paola: ¡No, no! ¡Gustavo! ¡Déjela! ¡Gustavo!

Paola corrió escaleras arriba encendiendo todas las luces de la casa.

Paola: Dios mio por favor ayúdame.

Casi segura de que en ese sitio estaría a salvo…

Paola… Paola…

La voz estaba tras ella.

No debes jugar con lo que no conoces.

Paola: ¡Aaahhhh!

Esto fue lo que pasó a Gustavo, Rocío y Paola. Si tú quieres formar tu propia historia, ya sabes lo que tienes que hacer frente al espejo, ¿TE ANIMAS?