Era un lunes a las doce del día, las constantes actividades sociales habían quebrantado el humor de la señora, cuando de pronto, al entrar a la recámara de su hijo, lo encuentra parado. El niño estaba pálido y con la vista perdida, en su cabeza se veía una cicatriz muy marcada.
Mamá: Bueno Federico, ¿Qué carajos estás haciendo ahí? ¿No deberías estar en la escuela?
El niño le contestó sin expresión en su tono de voz.
Niño: Mami, perdóname.
Mamá: ¡Perdóname! Siempre me pones tu cara de menso y me pides perdón, ¿qué no sabes decir otra cosa cuando haces tus tonterías?
Niño: Mami, perdóname.
Mamá: ¡Otra vez la burra al trigo! ¿Que no tienes nada mejor que decirme? Es más, déjame adivinar, te volviste a pelear con algún compañero, ¿Verdad? ¿O te caíste otra vez del columpio? ¡Ay maldito teléfono, ya deja de sonar!
Niño: Mami, perdóname, yo te quiero mucho.
Mamá: Ya mejor cállate Federico. ¡Maldito teléfono, no lo pienso contestar, ya no estén molestando!
Federico comenzó a llorar, parecía un llanto de dolor. Su voz entrecortada volvió a repetir:
¡Perdóname!
Mamá: Entre el teléfono y tú me van a volver loca, por última vez te lo digo, ya cállate.
De pronto el llanto de Federico dejó de escucharse, un silencio total invadió la casa, solamente se escuchó.
Mamá: ¡Bueno!
Maestro: ¿Habla la mamá de Federico?
Mamá: Sí ella habla, ¿qué pasa?
Maestro: Señora, habla el maestro de Federico, yo sé que por teléfono no es lo más correcto, pero… quiero decirle algo sobre su hijo, pero es que es algo muy delicado.
Mamá: ¿Ahora que hizo ese demonio?
Maestro: Señora, no sé cómo decirle, lo que pasa es que… Federico se subió a la azotea del colegio y se cayó y…
Mamá: ¡Ah con razón! No se preocupe, yo ahorita me encargo de regañarlo, permítame. ¡Federico! ¡Ven para acá! ¡Federico! Te estoy hablando, ven para acá. ¡Que vengas!
Maestro: Lo que pasa es que… Federico… al caer de esa azotea se abrió la cabeza y murió instantáneamente.
Mamá: ¡Federico! (llorando) ¡Federico, mi hijito, nooo! ¡Federico! ¡No me dejes, Federico! ¡No te vayas!
Maestro: De verdad lo siento mucho señora, su cuerpo fue llevado al forense hace unos minutos, me acaban de llamar y me piden que vaya usted a reconocer el cuerpo, señora.
Mamá: ¡Federico! ¡Mi hijo noo!
La señora buscó al niño en su habitación, él no se encontraba ahí. En su lugar tan sólo encontró unas cuantas gotas de sangre derramadas en el piso, el único vestigio restante de esa oportunidad que la señora perdió para despedirse de su hijo.
¡Mami! ¡Perdóname! ¡Perdóname!