—Oye, ya has oido la historia del niño que se aparece en este panteón.
—Yo la verdad esas cosas ni me gustan, si pasé por aquí porque tú me dijistes, pero no mas.
—Mira, mira, mira. Te voy a contar la historia, iban unos cuates en bola pasando por aquí...
Hacia ya unos años unos jóvenes habían decidido pasar por el medio del cementerio, cuando ya estaban bien avanzados oyeron crujidos a sus espaldas.
—Callense, ¿Oyen eso?... Mugre chiquillo, que susto nos metiste, vete para la casa, pronto.
Era el hermano menor de uno de ellos quien los había seguido hasta ese lugar.
—Pero yo quiero ir con ustedes.
—Que no, no estes molestando, vete para la casa.
—Por favor no me dejen solo, tengo miedo.
El hermanito no queria regresar solo, más que nada porque le daba miedo, entonces los mayores decidieron perderlo para que no los siguiera más.
—No por favor, no se vayan, no me dejen solo, tengo miedo.
—Corran que no nos alcanze, dejenlo atrás.
Los jóvenes corrieron a esconderse juntos dejando en la soledad al pobre inocente.
—No por favor no me dejen solo, tengo miedo... ¡Ahhhh!
Los jóvenes oyeron un grito desgarrador, al principio pensaron que se trataba de una broma hasta que escucharon el segundo grito y volvieron para buscar a aquel niño. Estuvieron buscando por muchas horas dieron vueltas y vueltas.
—¡Ahhh! No puede ser, mi hermano, ¡Nooo!
Fue justo su hermano quien encontró el cuerpo del niño, se encontraba en una de las fosas que acababan de abrir días antes para enterrar un difunto. La criatura tenía la cabeza reventada, los huesos de los brazos y las piernas retorcidos y rotos en una figura grotesca, los ojos cristalizados por el pánico y la boca en una mueca de absoluto terror. El hermano con los años fue internado en un hospital psiquiatrico, pues decía que su hermano se le aparecía en las noches para llevarselo.
—Y dicen que eso paso en este panteón.
¡No, no me dejes solo, tengo miedo!
Al escuchar los lamentos de aquel niño y ver que la historia que contaba era cierta, aquellas personas salieron corriendo del panteón para nunca más volver. Se cuenta que hasta la fecha cada día primero de noviembre, día en que se festeja a los muertos de los niños, se puede escuchar los lamentos de aquel pobre niño.
Radio Universal, Viviendo el día de muertos.