Hace ya algunos años, una noche antes del día de muertos un grupo de jóvenes se reunió en la casa de uno de ellos.
Pedro: ¿Oigan? ¿Qué les parece si jugamos con la ouija?
Los demás: ¡Sale pues! ¡Dale!
Los jóvenes comenzaron a preguntarle cosas a la ouija y no les contesto nada, cuando de pronto las luces se apagaron y se escucharon gritos afuera de la casa, la luz entraba por una ventana e iluminaba misteriosamente a la tabla. Los jóvenes, aunque asustados, siguieron jugando. Pedro, el dueño de la casa, le preguntó al espíritu su nombre. Este le dijo que se llamaba José y que era el abuelo de Pepe, otro de los presentes en la reunión.
Pepe: ¡Ya bájenle! La verdad ya se pasaron con la bromita. ¿Saben qué? Mejor yo ya me voy.
Los demás: ¡Espera un rato más, no te vayas!
Pedro: Mejor pregúntale algo muy personal, chance y te contesta.
Pepe: Bueno, a ver, pregúntale como se murió.
La tabla contestó: Ahogado.
Los jóvenes decidieron irse al notar que la luz no volvía, cuando Pepe abordo su auto comenzó a llover. Recordó que su abuelo murió ahogado en un día lluvioso y comenzó a sentirse muy nervioso. En un tramo obscuro del boulevard Miguel de la Madrid un relámpago iluminó la noche y por el retrovisor Pepe vio que un hombre con sombrero estaba sentado en el asiento trasero. Fue tal su impresión que perdió el control del volante.
Pedro: ¿Qué paso Pepe? ¡Casi te matas! Si casi ni tomaste nada.
Pepe: No se preocupen, me fallaron un poco los frenos, me voy más despacio ¡total! ¿Qué tanto falta de aquí a mi casa?
Pepe siguió su camino a casa y volteaba constantemente al espejo, pensó que había sigo una sugestión y prefirió ya no pensar en eso. Cuando llegó a su casa vio por el retrovisor que se reflejaba un sombrero antiguo encima del respaldo trasero de su auto. Con miedo tomó el sombrero completamente empapado y se dio cuenta que los tapetes tenían huellas de lodo. Al entrar a su casa Pepe dejó el sombre en el perchero de la entrada y se fue a dormir. Al otro día por la mañana su padre lo despertó desconcertado.
Papá: Pepe, me puedes decir ¿dónde andabas anoche?
Pepe: ¿Eh? Andaba en la casa de Pedro
Papá: Si como no, tú sabes de dónde salió ese sombrero.
Pepe: Ah sí, ayer lo encontré en el carro, apareció de repente, debe ser de alguno de mis amigos.
Papá: No, Pepe. No es de ninguno de tus amigos, ese sombrero fue el que traía puesto tu abuelo cuando murió. ¿Lo recuerdas? Encontramos su cuerpo pero jamás apareció su sombrero.