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Las hermanas violadas

Se cuenta que en el barrio de la salud vivía una familia rica. Había dos chicas en la familia, la mayor tenia 21 años. Los cristeros y rebeldes entraron en la casa por la fuerza, las hijas no solo fueron asesinadas, antes de matarlas fueron maltratadas y violadas.

— ¡Ja ja ja ja! Que buena historia Lalo.
— No sí, sí, sobre todo mucha sangre, esa es la historia de esta casa.
— Como crees, esas son puras mentiras que inventa la gente que no tiene otra cosa mejor que hacer, son puras jaladas Lalo.
— Yo le creo a Lalo.
— Bueno, y tu José, pues si no me crees a que viniste.
— ¿A que vine Lalo? Vine exactamente a demostrar que esto es pura mentira, que esas cosas son puras jaladas son creencias que la gente ignorante inventa.
— OK, ahora solo tenemos que llegar hasta el patio del fondo, justo donde se supone están las tumbas de las chavas que mataron. Aquí traigo una lámpara pero no funciona, se me hace que son las pilas.

La lámpara no encendía a su máxima capacidad. Tan distraídos estaban los jóvenes  en arreglarla que no se enteraron de lo que pasaba a su alrededor en medio de aquella obscuridad macabra.

— No, mejor vámonos. Ya me dio miedo, tengo miedo.
— Aguanta, ya funcionó, deja me alumbro hacia el pasillo.

Cuando la luz de la lámpara alumbro el fondo del pasillo...

— ¡Ahhh!

El miedo se apoderó de ellos. Hasta el último de sus cabellos se había erizado y la sangre de sus venas estaba helada por lo que estaban viendo al frente. Un ser que se acercaba a ellos envuelto en una sabana vieja, podrida y roída, con un filoso machete en la mano y haciendo extraños ruidos.

— Pero que miedosos son de verdad, ustedes dos de verdad chavos. Bueno, bueno, ya con esta valió la pena la desvelada, en serio.
— Mendigo José, por tu culpa casi me hago del susto.
— La verdad es que ahora sí ya te la ganaste, pero bueno. Ya que estamos aquí y estamos relajados, pues a lo que venimos.

Tremenda broma les había jugado el escéptico de José, aprovechando el tiempo que estaban distraídos sus amigos con la lámpara.

— Oye, ¿escuchas eso Lalo?
— Ha de ser otra vez José con una de sus bromitas.
— Que pero si yo estoy aquí, yo no hice nada.

Aterrados por lo que escuchaban, corrieron despavoridos.

— Esperen, esperen, ¿pero que fue eso?
— No lo se, pero vámonos ya de aquí, ya me quiero ir a mi casa.
— No, tranquilos, ya estamos aquí, estoy seguro de que fueron nuestros nervios.
— Espérense, ¿ya vieron dónde estamos? Estamos en el jardín trasero, exactamente dicen que aquí se supone que enterraron a las mujeres. Miren, ahí están las lapidas, hay que buscar las tumbas.

En medio de una densa niebla que daba a ese patio una imagen de un lúgubre cementerio, por fin encontraron el lugar donde se había colocado la lapida de una de las dos hermanas.

— Aquí esta, no que no.
— Lalo, deja eso. Vámonos ya.

Uno de ellos, Lalo, decidió tomar una pala y comenzar a cavar para desenterrar el cuerpo y de ese modo ver si aquella leyenda era verdad o solo ficción. Efectivamente, ahí reposaban los restos de la hermana mayor.

— Aquí esta, no que no.
— Lalo, deja eso, vámonos ya.
— No, no, no, espérense, que nos vamos a ir ni que nada. Para mi que estos son restos de algún animal.

Así que José no se conformo con esto. Si no que saco la calavera y le pego una patada diciendo:

— ¡Ven, y preséntate ante nosotros! No en puros huesos, mira, que hago chavos, pateo estos huesos, porque esto es pura mentira. Ven y aparécete ya.

Poco tiempo después. Cuando el chico había vuelto a casa y dormía, sonaron tres golpes secos que retumbaron en el caserón donde vivía. El mismo José asustado se dirigió hacia la puerta, la abrió y vislumbro una sombra negra. Esta avanzó hacia él y dijo:

— ¿Estás seguro de ser tan valiente? Porque tus amigos no lo han sido como tú creías.

Aquella silueta se acercó lentamente mientras recorría la capucha de la túnica para dejar ver su rostro. El chico quedo paralizado y cayó desmayado al ver que debajo de la capucha se encontraba la calavera que había pateado, y en sus huesudas manos llevaba las cabezas de sus amigos degollados. El chico nunca se recuperó de aquello y se suicido poco tiempo después.

Radio universal, viviendo el día de muertos.