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La Hija de Rea

Mi carne ingrávida flota a un metro del suelo, sujeto por las muñecas. Atado por correajes de cuero, la presión de las costillas sobre los pulmones me asfixia; solo alcanzo a un leve balanceo pendular en un intento de que una bocanada de aire penetre por mi boca cosida.

Labios sellados mientras delicadas gotas de sangre brotan de mi rostro acumulándose en un charco sobre el sucio suelo de cemento. Mis ojos quieren estallar al ver la jaula cerrada junto a mi abdomen dónde un enorme murciélago negro está pariendo a lamentones… sus crías. De su chato hocico aparecen feroces colmillos con los que corta a dentelladas…. el fino cordón umbilical que las une a su madre…, entre ahogados chillidos de muerte y vida.

Soporto una máscara nauseabunda de caña alrededor de mi cuello encerrando mi cabeza al igual que un pájaro enjaulado. Con movimientos violentos intento liberar la prisión de mi rostro en un sin sentido. Lo consigo… justo cuando unas oscuras formas me acarician la cara con su aleteo… alcanzando mis ojos desorbitados. De un profundo mordisco me hace estallar el globo ocular. El quiróptero volador engulle la parte más blanda de mi faz…

El grito procede del epicentro de mi alma destrozando mi boca de manera atroz… al arrancarse la sutura de mis labios. Pequeños jirones de carne cuelgan de mi boca oscureciendo de sangre mis dientes y provocando en las bestias una danza macabra, mientras devoran los trozos de mis tejidos. De largas orejas, dos botones negros inyectan su mirada voraz… presagiando su festín… la saliva del animal impide que mi sangre coagule. Proyecto una espectral sonrisa de expresión cadavérica. ¿Por qué no pierdo el conocimiento?

Al primer ataque alcanzo con mis colmillos a penetrar la blanda carne de la rata voladora. Intento no ahogarme en mi propia náusea a la vez que de otra certera dentellada le parto el cuello a un segundo murciélago. He perdido el ojo que me queda que pende del nervio ocular mientras el tercer vampiro lo devora rápidamente. Muerdo el viento errando el ataque. Mi mandíbula se proyecta en movimientos convulsos mientras un profundo dolor me lacera el estómago.

El Murciélago parturiento se aproxima apoyándose en sus alas replegadas y se alimenta de mis intestinos que se derraman a través de mi vientre desgarrado...

Me incorporo de la cama gritando en medio de un charco de sangre, el corazón me golpea el pecho mientras mis uñas aprietan un pequeño cuerpo muerto. Mi hija pequeña… la sujeto entre mis manos. Devorada.

Escrito por William Bligth
Narrado por Jordi Armisén