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El Juramento Macabro

Todo mundo ha hecho un juramento alguna vez en su vida, pero nadie sabe los alcances que puede tener ese juramento. Gerardo Cruz desde que estudiaba la primaria en la escuela Pedro de Alba en el fraccionamiento Modelo hizo amistad con Samuel García y Raúl Aldama. Esa amistad creció y perduró a través de los años, esa unión los llevó a jurar que nada ni nadie los separaría. Años después la vida de cada uno tomó su rumbo, Samuel se casó al igual que Gerardo mientras que Raúl cayó al fondo del vicio.

Una noche cuando Gerardo dormía profundamente junto a su esposa Gaby la casa comenzó a vibrar intensamente, las luces se encendían y apagaban, el televisor y el estéreo se encendieron, muchos objetos de la casa cayeron estrepitosamente. De pronto el movimiento cesó, en la puerta alguien comenzó a tocar con fuerza. Asustados Gerardo y su esposa bajaron de la planta alta de su casa  para ver de quién se trataba.

¿Quién es?

Soy yo hermano.

Era Raúl, su rostro era sombrío, demacrado, su cuerpo estaba desgastado, sus sumidos ojos reflejaban tristeza. Gerardo se estremeció.

Hermano, ¿Qué haces aquí? ¿Qué pasa?

Vengo por ti.

¿A estas horas?

Debes venir conmigo

Gaby dirigió una mirada desaprobatoria a Gerardo.

No, no puedo ahora. Acaba de suceder algo inexplicable y no puedo dejar sola a mi esposa.

La mirada cansada de Raúl se volvió llena de odio.

¡Tú lo juraste!

La vibración comenzó de nuevo. Los vidrios se rompieron, las puertas se azotaron. Las luces se apagaron, al volver a encenderse Raúl había desaparecido. Intranquilos Gerardo y Gaby volvieron a su recamará, después de mucho tiempo pudieron conciliar el sueño. De pronto escucharon llamar nuevamente a su puerta. Despertaron asustados y bajaron apresuradamente la escalera, temerosos de volver a vivir la experiencia de horas antes.

Al abrir la puerta vieron que se trataba de Samuel. Este les dijo que algo extraño le había sucedido durante esa noche. Lo que les contó era exactamente igual a lo que les había ocurrido a ellos. Gerardo trató de tranquilizarlo diciendo que probablemente se había tratado de un fenómeno natural, algo como un terremoto.

No, lo que tú no sabes es que Raúl murió, murió ayer a medio día.

Desde entonces cada noche Gerardo y Samuel escuchan una voz que desde algún lado los llama.

Tú lo juraste, estoy esperándote. ¡Ven, ven! Debes venir conmigo.