En Aguas Calientes, existen haciendas con más de 200 años de antigüedad, en una de estas por el rumbo de Calvillo, la familia Cisneros acostumbraba pasar algunas temporadas. Una tarde la familia se encontraba reunida en el comedor cuando comenzarón a escuchar extraños ruidos.
De pronto, flotando sobre la mesa aparecio una anciana mujer vestida de negro y con el rostro oculto por un velo con ira grito:
¡Lárguense de aquí! ¡Malditos sean!
El padre de la familia, asustado, tomó una escopeta y disparó contra aquella aparición.
USTEDES NO COMPRENDEN...
La mujer desapareció quedando en una de las paredes las huellas de los disparos. Los padres de aquella familia salieron de la hacienda en busca de un sacerdote dejando solos a sus hijos Juan y Alejandro.
Ya entrada la noche estando Juan en su recámara escuchó los gritos de Alejandro que estaba en otra recámara al final de un largo pasillo.
Salió corriendo en busca de su hermano descubriendo unas figuras fantasmales que jugando bailaban sobre su propia cabeza. Asustado, Juan huyó hacia la recámara de su hermano y al entrar ahí lo vió siendo golpeado por un hombre elegantemente vestido.
¡Juan! ¡Juan ayúdame! ¡Quítamelo, Juan! ¡Ayudame!
Al intentar defenderlo y tocar aquel furibundo hombre sus manos se quemaron como si hubiese tocado fuego, el hombre dejo de golpear a Alejandro, giró y miró fijamente a Juan y desaparecio, todo quedó en silencio.
Al regresar sus padres revisaron que todo estuviera bien y al entrar a la recámara de Alejandro encontraron a sus hijos abrazados en un ricón. Esa noche toda la familia durmió junta pero aún entre las sombras, pudieron distinguir la silueta de aquel fantasmal hombre, mirándolos fijamente desde la ventana. Al día siguiente abandonaron la casa.
Dos semanas después el señor Cisneros volvió solo a la hacienda a recoger sus pertenencias, en el establo encontró muchos objetos de brujería y cuatro figuras humanas en cera, dos grandes y dos pequeñas, con decenas de alfileres enterrados.